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Noa, Faithfull & Gardot

Víctor Vázquez

Se han rebelado los Veranos de la Villa y su calidad frente a la marea roja y sus pulpos con bola de cristal, frente al fútbol y su tamizado de grano gordo, de motivo existencial absurdo –como todos lo son, no nos engañemos, no es nada personal.

La pobre Noa llegó a informar durante su concierto de la victoria de España contra Paraguay para implicarse con los valientes que habían acudido a pesar de todo, y terminó sufriendo los truenos de Kylie Minogue y el Orgullo Gay, que llegaban de la cercana Plaza de España, como fondo de la nana que decidió cantar como bis. Menos mal que el humor lo cura casi todo.

Peor lo pasó la americana Melody Gardot, atrincherada en los Jardines Sabatini, rodeados y casi invadidos por la celebración de la Roja –curioso eufemismo- con sus trompetas monocordes, los helicópteros, los bocinazos y las megafonías voz en cuello, con sus bisbales horteras y el reciclado Manolo Escobar sin carro pero con bus descapotable. Melody, con buenas tablas, a pesar de su juventud, y un empuje envidiable sacó adelante un concierto complicadísimo del que llegue a dudar que se pudiera celebrar.

Con su turbante de diva antigua salida de Casablanca, encorvada como un escribano sobre el piano y mientras atronaban los fuegos artificiales, me la imaginaba yo en sepias tocando en un Chicote guerracivilista con Hemingway sorteando cascotes para llegar desde el Hotel Suecia y tomarse un drink. La Gardot es apasionante, coqueta y juguetona, llena de máscaras, poses y pequeños misterios.

Acabado el Mundial, lo tendrán más fácil con su música Erykah Badu, esa negra pantera mística del nuevo soul cuyo último disco es fantástico; la fría Diana Krall, que cuando se planta al piano en formato trío logra encenderse como una locomotora rubia de precisión; Patty Smith: la poeta del punk con perfume de absenta, la nietísima de Rimbaud con chupa de cuero y versos beat escondidos por los bolsillos. Eli Paperboy Reed, con su directo energético y tres discos publicados: dos bombazos y un tercero más comercial cuyo último tema: Explosion, vale su peso en oro y hace honor a su nombre. Y ese Cigala y sus tangos, grande Diego, para rematar el mes. Cuantos y qué grandes conciertos en los Veranos de la Villa desde aquel primero al que fui en el Cuartel del Conde-Duque con Johnny Winter y John Hammond dándole al blues en el tan lejano 1999.

He dejado para el final mis últimos besos. Ay Marianne, Faithfull mía. Cómo me ha gustado escuchar esa Sister morphine tan tuya, con voz grave y cortada a machete. Pues eso, besos y buen vino, de tu sobrino adoptivo que te quiere…

 

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