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Norma absurda que resume una forma de gobernar

Estamos en el siglo XXI. Empezar un artículo con semejante obviedad no es recomendable pero, aunque parezca mentira, algunos en el Ayuntamiento de Madrid pretenden que la Oposición viva todavía en el XIX. En unos tiempos en los que tanto se habla de ciudades inteligentes, ‘open government’, transparencia y acceso a la información, el consistorio de la capital de España (que, por cierto, tanto manosea esos conceptos de moda) se desmarca prohibiendo a los concejales de la Oposición acceder a expedientes públicos con “cámaras, teléfonos móviles, ordenadores, escáneres ni ningún otro medio que permita la reproducción de documentos”. Es decir, para que quede claro, que si en el ejercicio de su trabajo concejales elegidos por los madrileños necesitan una copia de un documento público para estudiarlo con calma, no pueden ni escanearlo, ni fotocopiarlo, ni siquiera fotografiarlo con el móvil. Tampoco puede hacerlo por ellos el funcionario que custodie el expediente. No, el concejal debe rellenar una instancia oficial y esperar unas semanitas a que les llegue la copia. 

¿A qué se debe el absurdo? ¿Es sólo cuestión de burocracia? Creo que no. Es más complejo y maquiavélico, en el peor sentido del término. Se trata, en definitiva, de obstaculizar el trabajo de la Oposición. El problema es que los concejales que no gobernamos hemos sido también elegidos por los madrileños, como los que gobiernan, y nos pagan para que controlemos y vigilemos la labor del Ejecutivo. Algo básico en el funcionamiento de una democracia –la existencia de una Oposición que ejerza de contrapeso– se plasma, en el día a día, en un trabajo tan prosaico como analizar un expediente con calma. Los expedientes municipales, por cierto, son de todos, no de un determinado partido político. 

Puede que algún lector esté pensando a estas alturas del artículo que estoy sacando las cosas de quicio. Créanme, me faltaría espacio para contar todos los episodios parecidos de obstruccionismo que sufre la Oposición en el Ayuntamiento de Madrid. Y es un problema muy serio: la transparencia es la mejor vacuna contra posibles irregularidades, y sin acceso a la información pública no hay transparencia. Hay que abrir las ventanas y dejar pasar la luz; todo lo contrario de esta actitud oscura que en nada beneficia la obligada y legítima defensa del interés de todos. Realmente no se entiende la actitud del PP.  

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