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Por favor, no ataquen al humorista

Yo también he sentido la necesidad de escribir algo sobre el brutal e intolerable atentado contra “Charlie Hebdo”. Pero simplemente mencionar un horror tan grande en una columna que tradicionalmente tiene un tono humorístico me parece frivolizar una enorme tragedia. Está claro que la intolerancia y el extremismo no llevan a ningún sitio. Sólo cabe decir: "Je suis Charlie".

Pero sí puedo escribir sobre otro asunto también bastante peligroso, pero que por suerte hasta ahora no ha causado víctimas. El ciberataque a Sony en respuesta a la parodia del régimen de Corea del Norte The Interview puede degenerar también en violencia, pues los culpables amenazaron con bombas al estilo del 11-S a los cines que la estrenaron. Como por suerte no ha pasado nada aún puedo componer chistecitos, tipo "en realidad a Kim Joung-un no le ha enfadado que le satirizaran, sino lo mala que es la película".

¿Os habéis fijado en lo poco inspirados que están los americanos últimamente para la comedia? En todo el año que ya ha terminado, 2014, sólo se me ocurre una de Hollywood salvable, la última de Woody Allen. El resto son de chistes de cacas y culos, como la propia The Interview.

Recientemente fui a un pase para los medios de comunicación de Sony, en el que estuve rodeado de soldados de un regimiento de artillería de El Goloso. Se supone que era porque ponían Corazones de acero, que por cierto no estaba nada mal, pues va precisamente sobre uno de estos vehículos acorazados. Pero yo creo que en realidad los habían invitado porque les interesa llevarse bien con ellos, no sea que el régimen de Pyongyang les declare la guerra. Tras la proyección, nos subieron a los chicos de la prensa en tanque, para que luego digan que este trabajo es desagradecido. ¿Nos estaban preparando para lo que pueda pasar?

Pero lo que realmente quería comentar es que yo estoy convencido de que a quienes reaccionan de forma violenta contra las risas, les motiva la pura envidia. Pues el humor –a pesar de casos aislados como yo– suele ser síntoma de inteligencia. Por ejemplo, el gran Albert Einstein, que no debía ser muy lelo precisamente, recurría a los chascarrillos incluso en tiempos difíciles. Cuando en Alemania le empezaban a perseguir por ser judío (lo que no acabó nada bien), publicaron un libro para desmontar sus teorías que se titulaba “100 científicos en contra de Einstein”. Al enterarse dijo: "¿Por qué 100? Si mis teorías fueran falsas sólo haría falta uno para desmontarlas". 

juanluissanchez.blogspot.com

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