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Postureo navideño

Raúl del Pozo apuntalando Monarcas desde la trasera de El Mundo: “Juan Carlos I va como una moto sobre la silla de ruedas”. La pregunta que surge es ¿hacia dónde? Completa la ironía Enric González, muy a lo Chesterton: “El Rey condena la corrupción y luego se va a cenar con ella. Supongo que eso forma parte del mensaje: por encima de todo está la convivencia.” ¿Guiño a los independentistas o a la vida familiar?

Los discursos navideños son siempre verborragia ajena sintetizada en tópicos, puro eco por lo hueco que los adorna, el espumillón que la tropa quiere oír, para engañarse, de un patriarca que ve el percal a golpe de prismático. El “to er mundo e güeno” de Summers pasado por el corrector de la Casa Real.

Del año pasado a éste hemos palpado lo que ya intuíamos, que cuando aprieta la cosa en las propias carnes, el idealismo entra en cojeras. El “todos iguales ante la Ley” fue una patada perfecta en el culo de la yernocracia que se ha volatilizado en un silencio atronador doce meses después pues alcanza a quien no debería y pica como una alergia, por mucho fiscal pesebrista que trate de dar calor legal y humo de pajas al Portal de Pedralbes.

Las picas del discurso de este año, obviando lo anterior, deberían ser el tema catalán y la crisis. Y claro, con eso del eufemismo y de los nuevos “acuerdos de convivencia” Mas ha olido a Borbón herido y se ha dedicado a lanzar estocadas de ciego con muleta estelada por ver lo qué ocurre. Qué tan española y de NODO dado la vuelta le ha quedado la foto mitinera en el cementerio con Macià echado a la espalda.

Seguimos: la crisis. Aquí la zarzuela se convierte casi en la bulería del pobres pero felices cantada con empatía de trampantojo, como si de un postureo sin baile se tratara. De la Sanidad, ni palabra, que cada uno se busque la tornillería para la cadera donde pueda. Y de la verdadera crisis, la ética, que es la madre verdadera de todas las putas de Babilonia, ni nombrarla pues afecta ya a todas las instituciones. Hace no tanto, mirábamos con pasmo la Italia de Berlusconi y ahora estamos metidos en una secuela en versión española.

Ad latere. ¿Navidad? Absurdos. La navidad es triste porque es la expectativa fallida del niño que fuimos. Igual, igual que nuestra Democracia. En fin, 2014, más de lo mismo.

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