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Presupuestos Generales del Estado 2012

Se dice que la arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia. Estoy de acuerdo, pero habría que añadir que las hemerotecas le andan casi a la par. Hago esta reflexión con motivo de la presentación de los Presupuestos Generales del Estado.

España se encuentra ante el reto más importante que ha tenido que afrontar desde el inicio de la Transición Política. A finales de 1982 era obvia la necesidad de acometer una serie de medidas si no se quería evitar el colapso de la economía española que al igual que hoy, amenazaba estar al borde de la insolvencia. En este marco, la teoría sugería y la evidencia empírica demostraba que había que tomar una seria de medidas muy concretas.

Al igual que entonces, la brutal escalada del paro fue el resultado de la crisis, pero sobre todo de un error de diagnóstico del entonces gobierno socialista, que al igual que ahora, entendían el aumento del desempleo en clave keynesiana, es decir, como una consecuencia de la caída de la demanda, y dando como solución el incremento del gasto público. Gasto que no hay cosa más injusta para nuestros hijos. Nosotros gastamos hoy para que ellos lo paguen mañana.

En 1982 se tomaron entre otras medidas la libertad los horarios comerciales, la liberalización de alquileres, disminución del impuesto de sociedades, una amnistía fiscal y una medida entonces innovadora: el contrato temporal, rompiendo con los presupuestos ideológicos del PSOE, pero la necesidad obligaba a ello.

Además, en esa época el esfuerzo fiscal al que fueron obligados los españoles fue de 1,5 veces superior a los franceses, dos veces al de los alemanes, 3 al de los británicos y 3.5 veces el de los norteamericanos. Esas eran las medidas del gobierno socialista para sacarnos de una crisis, porque gestionar en época de bonanza, dilapidar lo recibido y dejar para el próximo gobierno las deudas y decir desde la oposición “nosotros lo haríamos mejor” es muy fácil. Al menos, más fácil que recibir una mala herencia económica y transformarla en una boyante.

Por ello, el gobierno actual ha tomado unas decisiones que muchos critican. Sin embargo, en no pocas ocasiones los futuros beneficiarios de una reforma económica o laboral forman parte de un colectivo potencial indeterminado y genérico, el público en general, los consumidores, los contribuyentes, los parados que no siempre son capaces de anticipar las oportunidades que se les abren. Sin embargo los que se ven afectados de forma inmediata por las reformas tienen mucha mayor capacidad de organización, de reacción y de acceso a los medios de comunicación a través de partidos políticos, sindicatos y asociaciones.

Aún así, este gobierno no va a hacer como otros que en su día retrasaron las reformas hasta que la crisis las hizo inevitables, o incluso llegada la crisis tampoco las acometió puesto que el hecho de que los sacrificios se noten a corto plazo pero los beneficios a medio o largo hace que las reformas que impliquen esfuerzos inmediatos no sean agradecidas ni los futuros beneficios asociados a la acción del gobierno que hizo las reformas. Como todo en la vida, el tiempo dará y quitará razones.

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