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El ‘Pulgarcito’ de América en observación

Pablo Sagastibelza

Desde hace años, en América Latina se observa un proceso positivo de crecimiento de las instituciones políticas y sociales. Es especialmente positiva la implantación de la democracia en lugares donde durante muchos años ha reinado el caos, bien por dictadorzuelos al amparo de las clases adineradas, bien por regímenes totalitarios de la izquierda o la derecha. No obstante, actitudes como la del mandatario venezolano, o la de nuestro amigo Evo Morales, dejan ver a las claras que queda mucho terreno por recorrer.

Un caso muy interesante es el de la República de El Salvador. Quizá por tamaño no sea un país muy relevante –apenas cinco o seis millones de habitantes en un territorio similar a la provincia de Badajoz-, pero podría llegar a convertirse en un ejemplo para todos. Máxime si se echa un vistazo a sus vecinos y se comprueba, desgraciadamente, que por motivos muy variados no acaban de remontar el vuelo.

Como se sabe, El Salvador fue durante un par de décadas uno de los campos de pruebas más duros de la guerra fría entre los Estados Unidos y la antigua URSS, y a lo largo de diez años una cruenta guerra civil asoló el país. Ejército y guerrilla recibían desde fuera el armamento y la financiación hasta que, en uno de los recientes procesos de normalización más ejemplares, se firmaron los Acuerdos de Paz en 1992.

Muchos son los factores que han hecho que en 2009 sea un país bastante estable, donde se puede poner la esperanza de llegar más lejos de lo que quizá nadie nunca imaginó en 1992. Cierto que no pocos peligros amenazan la todavía joven democracia salvadoreña: el narcotráfico, las maras, la violencia callejera, la todavía muy alta tasa de pobreza generalizada, corrupción, etc., etc.

El país se encuentra en un momento histórico. Ahora es cuando quedará patente si los fundamentos son fuertes, y el fortalecimiento institucional –al que España ha contribuido tanto- es real y no virtual. Después de dieciséis años de mayoría parlamentaria de la derecha, las tornas han cambiado. La antigua guerrilla reconvertida en partido político, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ha ganado las recientes elecciones. Por muy poco margen, y con necesidad de buscar acuerdos, pero es mayoría en el Parlamento. Este panorama se ve aderezado por el cambio en la principal de las alcaldías del país, que tiene un importante peso específico en el escenario político global: San Salvador ha cambiado los colores del Frente por el partido de la derecha que hasta el momento lideraba el Parlamento, ARENA (Alianza Republicana Nacional). En unas semanas se celebrarán elecciones para elegir Presidente de la República, y se prevé un resultado ajustado.

Digo que es momento histórico porque la derecha puede perder después de tanto tiempo la poltrona presidencial, aunque sea por un estrecho margen, y la izquierda tendrá que aprender a gobernar tras estar en la oposición desde el comienzo de la democracia. La alternancia. No es lo mismo hacer oposición que gobernar. Y todos son conscientes de que el país vive en gran parte de las remesas llegadas desde los Estados Unidos, enviadas por los casi dos millones de salvadoreños que se han convertido en la principal fuente de recursos de su país. Quizá tengamos un gobierno de izquierdas obligado a entenderse con Obama para subsistir. Por otro lado, el sistema educativo ha seguido pautas eficientes de gestión, tanto en la educación básica como en la superior, y no convendría que una ideologización desenfrenada echara por tierra tantos años de esfuerzo.

Nos encontramos en una coyuntura interesante, en la que se mezcla lo local con lo internacional. Por un lado, México y Estados Unidos no querrán permitir una nueva desestabilización del istmo centroamericano, bien sea por un narcotráfico fuerte instalado en El Salvador, bien porque se convierta en cabeza de puente para Chavez y sus amigos. Por otro, los propios salvadoreños no tendrán ganas de que el fortalecimiento institucional conseguido con tanto dolor en estos años pasados se venga abajo de un plumazo.

Veremos. Conviene seguir de cerca el proceso político y social de este pequeño país porque de su éxito depende mucho la esperanza centroamericana.

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