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Responsabilidad y credibilidad

Hace escasas fechas el presidente del Gobierno de España, en la sesión de control parlamentario, dio un dato de extraordinaria importancia: ganando a los pronósticos más pesimistas, España cumplía prácticamente con el compromiso de déficit frente a la Comisión Europea, superándolo en tan solo cuatro décimas. Es el mayor esfuerzo de control presupuestario realizado en la historia de España y que no ha realizado ningún país de la OCDE.

Este hecho, bajo mi punto de vista, ha tenido un doble efecto: en primer lugar las consecuencias puramente económicas que tendrá en nuestra economía el saneamiento de las arcas públicas y, en  segundo, y no menos importante, la credibilidad de país frente a sus compromisos.

El primer gran resultado de la política económica del Gobierno presidido por Rajoy es la recuperación de la credibilidad como país, uno de los cimientos en los que se debe sustentar la recuperación económica y la creación de empleo. En este país empezaba a ser más importante la opinión del corresponsal en España del Finalcial Times que la del ministro de Economía. No debería ser así, pero lo era, y eso afectaba a la calidad de nuestra economía.

Más allá de la obligación de cumplir nuestros compromisos, en los que nos jugamos nuestra credibilidad y la recuperación de la economía, lo que todo el mundo puede entender es que si gastamos más de lo que somos capaces de generar con nuestra riqueza alguien nos lo tiene que prestar. Y si nadie quiere prestarnos dinero por riesgo de impago la situación podía ser insostenible a todos los niveles: económico, político, y lo más preocupante, social.

Precisamente por eso la noticia del cumplimiento del déficit es una noticia tan importante. Teníamos un déficit que nos llevaba indefectiblemente al abismo. Lo que mata no es el tamaño de la bala, sino la velocidad de la misma. Es lo que estaba ocurriendo con la extraordinaria rapidez del tamaño de nuestro déficit y teníamos que pararlo como fuera. Y rápido.
Estaban equivocados los que nos decían que el mundo se ha vuelto demasiado complejo como para tener respuestas fáciles. No hay respuestas fáciles, pero hay respuestas sencillas por duro que parezca: En palabras de Jefferson, “no gastes tu dinero antes de ganarlo”. Así de simple.

El buen dato de déficit, que demuestra el esfuerzo de la Administración, pero sobre todo de los españoles que han contribuido de manera  extraordinaria a la consecución del objetivo marcado, no puede hacernos olvidar el drama de aquellas personas que no tienen trabajo. Una cifra que es dramática y cuya solución es el principal objetivo de la política económica del actual Gobierno. Los buenos datos como el déficit fiscal, las exportaciones y la balanza de pagos por cuenta corriente no pueden hacernos olvidar esta realidad.

En un año de gran tensión política, el gobierno ha hecho lo que tenía que hacer, por encima de sus obligaciones programáticas, pagando el precio de un elevado coste electoral. No resulta coherente criticar a los partidos políticos porque que siempre buscan su beneficio electoral por encima del bien común y de lo contrario. En palabras del propio presidente del Gobierno, “no me ha sido posible cumplir con algunos de mis compromisos electorales porque he tenido que cumplir mi deber como presidente del Gobierno”. Pero cuando estamos hablando de salvar de la suspensión de pagos a un país, los intereses de un partido político pasan necesariamente a un segundo plano.

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