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Rolling Stones, eterno Hyde Park

Londres. Vuelven a la carga los Stones dosificando conciertos antes de entrar, y estas son palabras mayores, en la setentena. Son los que cumple Jagger este mismo mes siendo el nervioso y negociante de siempre, aunque más arrugado y teñido, que busca inmortalidades en cada movimiento de marketing y se mantiene en forma entre aguacates y aeróbicos maratonianos.

Una vez perdida la prueba de sonido en horario de oficina (9:30 de la mañana), que me ha cogido en vuelo, quemo wifi en Oxford St. mientras llega la sombra de la tarde y revolotean, a la espera de entrar en Hyde Park, infinidad de lenguas estampadas, umbralianas adolescentes con los ombligos en flor y hippies con pasta (los precios de las entradas son, en teoría, sólo asequibles para los tiburones de la City, esos que después de quemar el cogollo financiero, se quitan la corbata y van de malotes bohemios por Shoreditch).

Llega la hora. Ladies and gents… The Rolling Stones… Sale Jagger de oro y negro, como un torero con punto de funeral, escoltado por un Richards cuya guitarra por momentos ya no es de fiar; por un Wood en forma y por Charlie Watts, que es siempre un seguro de vida.

Primera en la frente: Start me up. “Enciéndeme, tú me puedes encender. Enciéndeme, me puedes encender  y nunca pararé…  estoy siempre tan caliente que casi me sacas de mis casillas… Arráncala con todas tus fuerzas… Quiero el día en que nunca paremos. Ponla dura. No pares…”

¿Alguien creía de verdad qué iban a repetir el set del mítico concierto en Hyde Park en el 69 a pesar de haberlo dicho? Para muchos -yo lo he hecho- ha sido la excusa para ver otra vez la película de aquel caótico concierto metiéndole losa a Brian Jones, muerto caliente de dos días, y presentando a Mick Taylor, con 20 años y previamente espoleado bajo el ala de John Mayall. Salió de aquella Jagger, de blanco místico, recitando a Shelley y soltando mariposas. Nunca lo reconocerá, pero la muerte de Jones fue una gran solución al problema que representaba tras ser expulsado tres semanas antes y por la pátina maldita que necesita cualquier grupo que se precie.

Continúa el set bien compacto con guiños al público: All down the line, y a su último disco, que también hay que vender: Doom & Gloom. Honky tonk woman hace de bisagra a mitad de concierto. Sale Taylor para Midnight rambler, y ya la maquinaria se dispara con: Gimme shelter, Jumpin´ Jack flash, Sympathy for the devil y Brown Sugar. El final, como no, Satisfaction. ¿Qué tendrán estos cabrones para seguir en la brecha medio siglo después? It´s only rock & roll, but I like it…

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