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Salvador de Madariaga

Ha caído en mis manos un libro de Salvador de Madariaga, dedicado y fechado por el autor en 1970. Se titula Diálogos famosos y está editado en Buenos Aires, como tantos otros libros que en España eran imposibles de publicar por la censura directa del texto o por la censura a la brava del autor en general. Recuerdo oírle comentar a Alonso Millán, el director y autor teatral, cuando presentó mi primer libro en el Mayte Commodore, el trapicheo de libros furtivos en los baños de la universidad que venían principalmente de la editorial Losada de Argentina. Hoy, yo tengo algunos de esos viejos libros totalmente inocuos en mi estantería y sorprende que fueran el oscuro objeto de deseo por lo prohibido. Es una buena noticia: vemos como algo normal la libertad; y es que una dictadura no te la pueden contar, hay que mamarla.

Algunas biografías definen a Madariaga como apátrida. Él se define en este libro como “español de nación, ciudadano del mundo por convicción”. Fue ministro de la Segunda República, considerado masón, según Cesar Vidal, aunque no haya ninguna documentación que lo ratifique, ingeniero y articulista de The Times, profesor en Oxford, diplomático y miembro de la Real Academia de la Lengua Española, aunque tomó posesión del sillón con cuarenta años de retraso y casi no le da tiempo. Y ahora nos enteramos de que este pacifista, hijo de coronel, estuvo nominado al Nobel de la Paz en nueve ocasiones por su labor a favor del desarme y de la paz desde la Sociedad de Naciones entre las dos grandes guerras. No lo consiguió, dándose la paradoja de que, muy a su pesar,  tuvo aún que ver y sufrir la Guerra Civil y la Segunda Mundial.

Los caprichos del destino hacen que este año le hayan concedido el premio Carlomagno a Javier Solana. Digo capricho porque el primer español que recibió tan prestigioso premio fue Salvador de Madariaga, seguido años más tarde por el Rey Juan Carlos I y Felipe González -que no Felipe segundo-. El cuarto español es el ex ministro, el de OTAN no, pero sí, del que Madariaga era tío abuelo, mira tú por dónde.

Pero volvamos al libro: la literatura como salvación de la mediocridad que es la política. En él, el autor monta un diálogo entre Goethe, María Estuardo, Voltaire, Napoleón, Marx y Washington en el que “conversan sobre el fascismo y el comunismo, y examinan los malos efectos del cinematógrafo y de la televisión sobre la paz en y entre las naciones, así como el modo inesperado como ha venido el comunismo a desmentir las profecías de Marx”. Para tal fin invitan a una actriz de cine “que se había dormido al borde de una alberca en Beverly Hills y a un senador norteamericano (por fortuna desconocido) que se había dormido al borde de un debate en el Capitolio”, a Lenin, a Berya, a Henry Ford, a un comunista ruso y a otro chino. Explosión de pura avena surrealista y lúcida donde bajo la máscara del personaje se dicen grandes verdades. ¡El rey va desnudo!

 

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