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Sed de aprender

Pablo Sagastibelza

Esto es lo que me he encontrado en mis primeras semanas de clase en Centroamérica a estudiantes de Comunicación de la Universidad Católica de El Salvador (UNICAES). Muchos sucedidos y anécdotas han ocurrido a lo largo y ancho de estos primeros días, pero la nota dominante es esta: la sed por formarse y aprender, y el respeto a la autoridad académica por ser quien transmite el conocimiento. Muy buenos mimbres para conseguir una buena educación.

Hace casi 20 años que viajo regularmente a la República de El Salvador, pero nunca había tenido la oportunidad de programar una estancia larga, de seis meses en este caso, para impartir algunas materias en la Facultad de Humanidades de la UNICAES. Los proyectos sociales de cooperación internacional habían sido los protagonistas de anteriores visitas.

Las experiencias en estos cuatro lustros han sido múltiples, relacionadas sobre todo con el mundo rural, con los campesinos analfabetos y sus familias. Mucho se podría escribir sobre la humanidad y profundidad vital de esas personas, pero no es este el momento. Toca reflexionar sobre los universitarios de este país.

Escasos medios materiales y económicos, casi sin libros de texto ni acceso a bibliografía, base académica deficiente, instalaciones más que justas, apenas sin laboratorios o estudios técnicos donde desarrollar prácticas, con procesos administrativos deficientes…, un panorama ante el que muchos hubieran desistido.

No es así en El Salvador. Estos muchachos y muchachas desean aprender con pasión y se percatan de la gran oportunidad que tienen al acceder a una Universidad de calado educativo en el país. No quieren dejarla pasar porque se sienten privilegiados. Se ve en el brillo de sus ojos, en el esfuerzo por tomar notas de lo que uno va desgranando en clase, en las preguntas que hacen, sin miedo a que sea absurda o no apropiada en ese momento.
Algunos principios de didáctica general  dicen que motivar al alumno es provocar la sed de aprender. Añaden que puede ser espontánea y surgir del sujeto, pero normalmente parece que hay que provocarla. No sé nada de didáctica, pero lo que puedo constatar es que los chicos y chicas salvadoreños que me escuchan varias horas a la semana tienen esa sed. No sé de dónde la sacan, pero mucho me temo que tiene relación directa con su humildad y un hondo sentido del respeto.

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