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Soluciones correctas vs incorrectas

Cuando llevamos a cabo un experimento en un laboratorio y luego podemos repetirlo en las mismas condiciones y los resultados son similares, de esta experiencia sacamos reglas y conclusiones. Por otra parte, cuando intentamos obtener unos resultados previstos, y en ningún caso logramos esos resultados, la conclusión obvia debería ser que la premisa científica estaba equivocada.  Lo que ocurre cuando al partido que está en la oposición le toque gobernar y quiera aplicar su ideario se encontrará que existen situaciones que superan su voluntarismo. Esto ha sido así siempre y cada día con mayor grado por el nivel de internacionalización que suponen ahora la toma de decisiones. Por concretar, quiero decir que la solución a la crisis no puede ser exclusivamente dar dinero quitándoselo a los que más tienen y dándoselo a los que menos, con el único objetivo de buscar una mayor igualdad, porque el problema en un país no es el aumento de la desigualdad, sino el aumento de la pobreza y es en la búsqueda de ese objetivo donde hay que trabajar ya que la palabra progreso deja de tener sentido, a mi modo de ver, mientras haya gente que esté pasando hambre. Y si todo el mundo pasa hambre, sin duda seremos todos iguales pero es una situación con la que yo no comulgo.

No se puede estar exclusivamente centrado en la distribución de riqueza en vez de en su producción porque para repartir algo, antes hay que producirlo y aunque a corto plazo el repartir sin control lo existente puede suponer una solución virtual, sin no se  fomenta a la vez la producción de la riqueza, estamos abocados al más absoluto fracaso. Más allá de las ocurrencias, en mi opinión, la política en cualquier ámbito debe de basarse en tres aspectos, a saber, la eficiencia económica, la justicia social y libertad individual, impidiendo en la medida de lo posible dar soluciones simples a problemas complejos porque el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

El caso es que combatir la realidad con la fantasía, que es lo que hacemos todos cuando contamos o fabricamos historias, es un juego entretenido mientras nos mantengamos lúcidos sobre las fronteras inquebrantables entre ficción y realidad. Cuando esa frontera se eclipsa y ambos órdenes se confunden, como ocurre en la mente del Quijote, el juego cede el lugar a la locura y puede tornarse en tragedia. ¿Qué quiero decir? Pues que hay gente que se entrega de lleno al populismo y la demagogia. Toda su fuerza y audacia se dirige a organizar un vasto movimiento político valiéndose del malestar de las clases más humildes y de la numerosa masa de ciudadanos sobre los que pesan fuertes deudas. Si a eso se le une una crisis institucional y social como la que nos ocupa, la situación es inherentemente peligrosa. ¿Soluciones? Que los ciudadanos recuperen la confianza en las instituciones, que observen que su dinero se gasta en el bien común en vez de intereses personales, que el país crezca económicamente, que se creen puestos de trabajo y que aquellos que no puedan tener un nivel de vida digno sean ayudados vía redistribución por el Estado. Pero el peligro viene en caer en soluciones mágicas, equivocadas y cortoplacistas porque sería peor el remedio que la enfermedad. De hecho, que alguien me responda a esta pregunta ¿Cómo nos orientaríamos mejor? ¿Con un mapa de Moscú estando en París o sin mapa? Casi es mejor no tener indicaciones que tenerlas incorrectas. 

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