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La última colonia, una enorme injusticia

Puede que, repasando la cartelera, les haya llamado la atención el último estreno de Javier Bardem. Se llama ‘Hijos de las nubes’, la última colonia y en él el único actor español que ha ganado un Oscar ejerce de productor en un documental dirigido por Álvaro Longoria que narra las duras condiciones de vida del pueblo saharaui. De entrada, mi enhorabuena a ambos: en un tiempo en el que lo sencillo es ponerse de perfil en los temas polémicos que pueden molestar a los poderosos, ellos han dado un paso adelante para mostrar una realidad incómoda.

Pero, ¿por qué hablar del pueblo saharaui? Hay, desgraciadamente, muchas injusticias a nuestro alrededor, pero la verdad es que ésta es especialmente llamativa, por la responsabilidad que tiene en la situación el Reino de España, sin que los sucesivos Gobiernos de la democracia hayan podido o querido encontrar una solución. Un poco de historia nos viene muy bien para poner en contexto de qué estamos hablando.

Hasta 1975 el Sahara occidental, la tierra de los saharauis, era territorio español, y sus habitantes tenían su propio Documento Nacional de Identidad, como cualquier murciano, madrileño o gallego. Entonces Hassan II, rey de Marruecos, emprende, el 6 de noviembre de 1975, la Marcha Verde, o, lo que es lo mismo, envía a cientos de miles de ciudadanos y unos 25.000 soldados a ocupar el territorio español como medida de presión ante una negociación que se prevé inminente. La jugada le salió perfecta: en los Acuerdos de Madrid, firmados solo ocho días después, España cede la Administración, que no la soberanía, del territorio: dos tercios, los septentrionales, a Marruecos, y un tercio a Mauritania. Naciones Unidas no tiene protagonismo en esta rápida negociación y, más importante aún, nadie cuenta entonces con el Frente Polisario -el pueblo saharaui que lucha por su independencia desde 1973, primero contra España, luego contra Marruecos-, que, eso si, es apoyado por Argelia. Poco a poco España opta por quitarse de en medio, poco después Mauritania hace lo propio. Quedan por tanto luchando por el Sahara occidental Marruecos, que lo controla por la fuerza, y el Frente Polisario, que defiende a la naciente en 1976 República Árabe Saharaui Democrática.

En 1985 la ONU insta a una negociación entre Marruecos y el Frente Polisario para que se celebre un referéndum, tras previa retirada de las tropas marroquíes, pero todo se ralentiza por el censo a utilizar. Y aunque desde 1991 la ONU cuenta con una misión específica para resolver el problema, MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental), la realidad es que hasta hoy nada se ha hecho: unos 200.000 refugiados saharauis siguen en el desierto.

El drama de los saharauis, de estos hijos de las nubes como dice la película, nos atañe, como españoles, por cercanía y responsabilidad. Pero también nos toca por lo que nos dice del tiempo que nos ha tocado vivir, en el que la política y el dinero están demasiadas veces por encima de las personas. La del Sahara Occidental es, por decirlo así, una injusticia paradigmática. Mientras los derechos humanos, y el derecho internacional, dependan, en su respeto y aplicación, de los intereses políticos y económicos, tenemos un problema muy serio. La convivencia digna de pueblos y culturas en nuestro planeta requiere de otros paradigmas.

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