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Verano de corrupción

Juan Luis Sánchez

1989. Juan Guerra, hermano del entonces vicepresidente del gobierno, fue contratado por el PSOE para trabajar como asistente de su hermano, en la Delegación del gobierno andaluza. Guerra fue acusado de cohecho, prevaricación y otros delitos, sobre todo por usar su despacho para actividades diferentes a las supuestamente asignadas.

El asunto ocupó bastantes páginas en los diarios, y apenas se mencionó en las televisiones, pues entonces sólo había cadenas públicas al servicio del PSOE.

1991. A finales de mayo sale a la luz pública el caso FILESA. Presuntamente, grandes entidades financieras habían entregado cientos de millones de pesetas a dos empresas, propiedad de dirigentes socialistas. El Mundo dio rienda suelta a la investigación de la noticia, mientras que las cadenas televisivas públicas saldaron el asunto con pequeñas reseñas. Las nuevas cadenas privadas, Antena 3 y Tele 5, sujetas a ser renovadas por el gobierno, tampoco se mojaron demasiado.

Estos dos casos implicaban a uno de los dos grandes partidos de ámbito nacional, por lo que resulta evidente su alto interés informativo.

2006. La operación Malaya pone al descubierto un complejo entramado de corrupción que incluye numerosas actividades delictivas, alrededor de la alcaldía de Marbella, paraíso natural habitado por lugareños encantadores, pero que no deja de ser una ínfima parte del territorio nacional. Decretado el ingreso en prisión de la alcaldesa, Marisol Yagüe y otras personas, el asunto cobra especial trascendencia pública cuando es detenido Julian Muñoz, ex primer edil. Se da la circunstancia de que el susodicho es el novio de Isabel Espantoja, una de las folclóricas más renombradas del panorama nacional. El asunto llega a ocupar la friolera de seis o siete horas diarias en algunas cadenas, durante dos meses, y lo que nos queda. Por supuesto que el pueblo marbellí tiene derecho a que se aclare la verdad, y a recibir información veraz sobre el asunto, pero, ¿no estamos exagerando?

A principios de julio, el autor de este artículo estaba a punto de irse de vacaciones. A la hora de comer, los programas del corazón se habían convertido en monográficos de este tema. Al volver a la rutina, seguíamos igual. En agosto, tenía horario veraniego, es decir, que volvía a casa a la hora de comer. Los programas seguían dedicados por completo al mismo asunto, inasequibles al desaliento. Nos hemos enterado de detalles inimaginables, hasta de que los reclusos pueden tener un ordenador en prisión cuando están matriculados en la universidad, pero que no pueden conectarse a internet. Los más estrafalarios colaboradores defendían a ultranza teorías tan siniestras como que la Espantoja y la ex esposa de Julián Muñoz debían ir a la cárcel porque sabían que su marido se estaba quedando con pasta. Totalmente absurdo. ¿Acaso usted, querida lectora, debe ir a la cárcel si a su “pariento" le da por atracar gasolineras?

Los que somos ávidos lectores de prensa del corazón cada vez que visitamos una peluquería, comprendemos la necesidad humana del cotilleo y la prensa del petardeo. Ilustres compañeros de la profesión periodística ejercen dignamente su trabajo desde hace mucho tiempo. Uno es tan "marujo" que desea fervientemente tomar el café enterándose de las tribulaciones de una mujer, que evidentemente se presta al chismorreo. ¿Cuantas personas hay tan gafes que tienen un marido que ha muerto en el ruedo y otro novio en la cárcel? Todo eso mezclado con amores lésbicos y tramas de corrupción. Pero el caso es que alrededor de la casa de Isabel Espantoja, montan guardia una legión de periodistas desde hace unos meses, que ni siquiera han conseguido sonsacarle una palabra a la tonadillera. ¿Nos hemos vuelto todos locos? Que vuelva la calma y se acabe el espanto de la espantoja.

 

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