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Ya está hecho

Luis Miguel Boto

El domingo 25 se celebró la última corrida de toros en Cataluña. Se cierra así un ciclo de intereses esencialmente políticos y que ha desembocado en una decisión que atenta contra la libertad personal de los ciudadanos.
 
Si a alguien no le gusta un canal de televisión lo que hace es cambiarlo, pero sería ir contra el sentido común promover una ley para que nadie pueda verlo, que es lo que ha ocurrido en Cataluña. Yo no soy taurino, pero no me importa que alguien vaya a los toros. Y si me importara, no puedo imponerle mi criterio. Está en juego nuestra libertad como ciudadanos, pues se pretende restringir y limitar derechos fundamentales y libertades públicas recogidas en nuestro marco legal.

Un logro esencial de la sociedad actual es el Estado de Derecho, donde las Administraciones Públicas tienen su poder y actividad controladas por una carta magna que protege los derechos inalienables de los ciudadanos. Esa esfera de derechos individuales tiene que ser defendida frente a cualquier posible agresión del poder publico por el Tribunal Constitucional, que está estudiando un recurso contra la abolición de los Toros en Cataluña que tendrá que resolver en los próximos meses. 

Debemos estar alerta frente a la delegación sucesiva de la autonomía y libertad del individuo en favor del poder político, a partir de la cual se va construyendo ese Leviatán moderno que es el Estado que, en nombre del bien de todos y de su saber supuestamente superior, quiere llegar a regularlo todo y decidirlo todo. La libertad es nuestro bien más preciado. Porque se pude llegar a extremos tan surrealistas como en el Estatuto de Cataluña, donde viene tipificado que la Generalitat “tiene la competencia exclusiva en materia de ocio regulando las actividades que tengan por finalidad el ejercicio de actividades de tiempo libre”. 

Combatir la realidad con la fantasía es lo que hacemos todos cuando contamos o fabricamos historias, es un juego entretenido mientras nos mantengamos lúcidos sobre las fronteras inquebrantables entre ficción y realidad. Cuando esa frontera se eclipsa y ambos órdenes se confunden, como ocurre en la mente del Quijote, el juego cede el lugar a la locura y puede tornarse en tragedia. En este caso no debemos perder la realidad y pensar las causas reales para impedir las corridas de toros.

Como dijo Albert Camus, aquellos que pretenden saber todo y regular todo, terminan por matar todo.

Desde estas líneas solo quiero recordar que los acontecimientos que estamos viendo en Cataluña bajo mi punto de vista suponen una gran intromisión de los políticos en la vida privada de los ciudadanos. Eso sí, son decisiones apoyadas por la mayoría de los políticos catalanes, que a su vez han sido elegidos por la mayoría de los catalanes y por lo tanto decisiones legítimamente tomadas. Ante esto solo puedo mostrar mi opinión sincera: creo que se están equivocando pero, faltaría más, pueden hacer lo que consideren oportuno. De igual forma, cuando el Tribunal Constitucional se pronuncie, espero el mismo respeto institucional por parte de quienes han votado a favor de la supresión de las corridas en Cataluña.

Ya no hay toros. Supongo que ahora les irá mejor. Por mi parte creo que siempre es mejor crecer que coartar, mejor sumar que restar, y que no es posible canjear unas libertades a cambio de otras.

Concejal Presidente de Chamartín
 

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