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Recuerdo en la memoria de Mingote en Retiro

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Maestro del humor. Ilustrador de “La Codorniz” y de ABC durante sesenta años; académico, alcalde honorario del Retiro; escritor y pensador; ser humano bondadoso y periodista. Con estas palabras la alcaldesa Ana Botella se ha referido a Antonio Mingote, ese madrileño de adopción y de vocación a quien desde hoy la ciudad recuerda con una placa en el que fue su domicilio de la calle Samaria, porque “el genial Mingote nunca dijo adiós a Madrid: vive entre nosotros, con su memoria y su obra. Y su recuerdo será siempre imborrable para Madrid y los madrileños”, afirmó.

La iniciativa se enmarca dentro del Plan Memoria de la Ciudad de Madrid con la que el Ayuntamiento rinde homenaje a sus vecinos más ilustres y queridos. El de hoy  es un reconocimiento más a este maestro. En 1995 ya fue Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid, y en 2010 Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid. Con ellas se reconocía su servicio "leal y fiel" a la capital.

“Cuando Mingote llegó a Madrid en 1944, se abrió ante él una nueva ciudad a la que se integró con brillantez y generosidad y se convirtió en un madrileño por los cuatro costados. De ella decía que era como esa “mujer no demasiado guapa, pero sin la cual no se puede vivir”. Y así fue: Madrid y Mingote se necesitaban, y hoy sería imposible entender Mingote sin Madrid ni a Madrid sin la profunda huella que dejó en ella uno de sus más ilustres vecinos”, afirmó Ana Botella.

Peatón impenitente

“Cada día, amanecía Mingote a las seis de la mañana. Caminaba por las calles y los bulevares, paseos y parques, se recorría media ciudad, y veía salir el sol. Iba siempre bien arropado con un lápiz y un cuaderno, se sentaba a desayunar, y entonces esbozaba los primeros trazos del dibujo con el que al día siguiente nos desayunaríamos todos sus admiradores”, narraba una Ana Botella que ha desglosado la carrera de un artista que hizo más de cien mil dibujos durante su vida. De todas las clases: pinturas, carteles, bocetos, chistes o ilustraciones.

Mientras caminaba por la ciudad, Mingote hablaba con los árboles, se preocupaba por su estado anímico y físico, y se adentraba por el Parque del Retiro, al que pasaba revista como su alcalde honorario que era. Mingote conocía cada centímetro de tierra de estos jardines, lo tenía grabado en su memoria, e incluso llegó a escribir la “Historia del Parque del Retiro”, con planos y detalles de cada estanque y paseo, palacete o merendero, que guardó en su escritorio y que nunca publicó.

La que sí vio la luz, con un enorme éxito y que tuvo que ser reeditada en varias ocasiones, fue su espectacular obra sobre nuestra ciudad, “Historia de Madrid”, una guía impagable para conocer el devenir de la capital desde la Prehistoria a Felipe II, desde Cervantes a la modernidad.

“Madrid –continuó Botella– fue en su vida como el rellano de la escalera  donde se paraba a reflexionar, a observar. Y también a pensar soluciones para la ciudad. Sobre todo en el tráfico y en el medio ambiente, que tanto preocupaban a su alma de peatón impenitente”.

Pensó la campaña ‘Madrid limpio es capital’ o las corbatas para el concurso organizado por Aldeas Infantiles con el Ayuntamiento. Y pintó los murales de la estación de Metro de Retiro que recrean el que para él era más que un parque, un “regalo de la Providencia”.

Sus personajes

Además de su laboriosidad, Botella destacó del humorista su gran ternura. “Una sensibilidad que proyectaba en esos personajes que son parte de nuestra memoria”. Esos personajes se asoman por las fachadas del viejo Madrid, en más de 60 establecimientos centenarios de la ciudad. O como los trampantojos del edificio de la calle de la Sal esquina con Postas, donde los personajes de “Fortunata y Jacinta” saludan al paseante. O los dinteles de la calle del Duque de Osuna, 8, pinturas que en 2007 fueron incluidas en el Catálogo de Monumentos y Elementos Urbanos. “Son auténticas obras maestras de un museo al aire libre”, dijo.

Convirtió Madrid en un museo, sobre todo, con los motivos dieciochescos que pintó para las enormes lonas que cubrieron la Puerta de Alcalá durante su restauración en 1992, y cuyos originales se conservan en el Museo de la Ciudad. Dos años después, dibujó una lona de inspiración marinera para la restauración de la fuente de Neptuno.

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