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La aventura del Glorioso:El navío que se burlo de la Royal Navy

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En la exaltada y a veces patética historiografía inglesa los marinos británicos han ejercido su magisterio por los siete mares prácticamente desde la irrupción del sanguinario pirata Drake hasta nuestros días. Por el contrario los españoles, tendemos a contar ciertos pasajes de nuestra historia con cierto derrotismo.
 
La aventura del navío «Glorioso» es una de las más épicas travesías de la historia naval .Al mando del capitán don Pedro Mesía de la Cerda, luego marqués de la Vega de Armijo, siendo su segundo el capitán de fragata don José de Rojas Recaño, regresaba con caudales, cuatro millones de pesos en monedas de plata, cuando es atacado el 25 de julio de 1747 en las islas Azores. 
 
A la altura de la isla de Flores, en las Azores, se avistó un numeroso convoy enemigo, escoltado por el navío “Warwick” de 60 cañones, la fragata “Lark” de 44 y un paquebote de 20, todos al mando del comodoro John Crooksanks, quien adivinando una magnífica presa, dejó el convoy al cuidado del pequeño y se lanzó con la fragata y el navío a la caza del buque español.
 
La fragata se adelantó, confiando en averiar el aparejo del español y retrasarle, dando así tiempo al “Warwick” para acercarse y rematarle.Pero las cuentas les salieron mal a los atacantes, pues el “Glorioso” dejó a la fragata tan gravemente averiada que se tuvo que retirar del combate, y luego hizo lo propio con el navío, que perdió su palo mayor y el mastelero de trinquete, debiendo retirarse vencidos y avergonzados los atacantes. Tal vez  Mesía pudo haberlos rematado, pero sus órdenes eran estrictas y nada debía distraerle de su misión principal comprometiéndola: la de llevar el vital tesoro a España.
 
La humillación entre los vencidos ingleses fue mi muy amarga, pero peor aún fue que el comodoro inglés fue sometido a un duro juicio por el Almirantazgo y separado del servicio por su evidente incapacidad.
 
Tras rechazar en las Azores el ataque de los navíos  ingleses Warwich, de 60 cañones, y la fragata Lark, de 44, a los que desmanteló (25 de julio de 1747); en Finisterre volvió a rechazar otro ataque de un navío de 60 cañones y dos fragatas de la escuadra del almirante Byng, consiguiendo entrar en Corcubión y desembarcar su carga los cuatro millones de pesos en monedas de plata(16 de agosto de 1747). Abandonó este puerto para dirigirse a Cádiz; a la altura del cabo San Vicente fue atacado sucesivamente por dos fragatas corsarias inglesas (King George y Prince Frederick) —que tuvieron que retirarse destrozadas— y diez bajeles más que le daban caza, entre ellos los navíos Russel de 80 cañones, Darmouth de 50 cañones (este último se hundió en llamas salvándose solamente 14  de los 350 tripulantes) y dos fragatas.
 
Y al fin, el 19 de octubre –33 muertos y 130 heridos a bordo, agotada la munición, el barco desarbolado, chorreando sangre por los imbornales, raso como un pontón y a punto de hundirse-, el comandante convocó a los oficiales que seguían vivos, los puso por testigos de que la tripulación había hecho lo imposible, y arrió la bandera.
 
De tal modo, fiel a su nombre, acabó viaje el navío español Glorioso. Había librado cuatro combates contra 12 barcos ingleses , de los que voló,hundió o dejo en grave estado a más de 5; pero la hazaña final no corresponde sólo a quienes con tanta decencia lo defendieron, sino al navío mismo: remolcado a Lisboa por los vencedores para repararlo e izar en él su pabellón, los destrozos se revelaron tan graves que se negó a flotar y fue desguazado. Jamás ningún hijo de la Pérfida Albión navegó  a bordo de nuestro épico Glorioso.
 
Consecuencias.
 
El navío español rechazó contundentemente los ataques ingleses, dando fondo en Corcubión y cumpliendo su misión, pues allí descargó el tesoro. Por ello, los capitanes británicos fueron sumariados y sufrieron las consecuencias en sus carreras.
 
El comodoro Walker, comandante de las cuatro fragatas corsarias, fue severamente reprendido por uno de los propietarios de la Familia Real por arriesgar su barco contra un enemigo superior. Walker protestó amargamente por ello.
 
El capitán de la Cerda y sus hombres, que habían sido trasladados a bordo del Prince Frederick y el King George, fueron llevados a Gran Bretaña y recluidos en Londres, donde fueron objeto de admiración por parte de sus enemigos. De la Cerda fue posteriormente ascendido a Jefe de Escuadra (posteriormente Teniente General de la Real Armada y virrey de Nueva Granada) por su valor en combate y la tripulación española superviviente recibió el reconocimiento merecido a su regreso a España. La defensa del Glorioso se ganó un lugar de honor en la historia naval española. 

 

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