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La Casa de América recupera el legado de Bernardo de Gálvez, el héroe de Pensacola

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La Casa de América quiere dar luz sobre una de las figuras más ilustres y desconocidas de nuestra Historia, Bernardo de Gálvez, malagueño nacido un 23 de julio de 1.746 y que en una intachable trayectoria de servicio a España, destacó por su defensa de la Luisiana frente a los ingleses, a los que arrebató en una jornada épica la plaza de Pensacola, así como por su inestimable ayuda a los colonos americanos, por orden del rey Carlos III, contribuyendo de forma decisiva a su independencia, en mucha mayor medida que lo hicieran Francia y el general Laffayete. Amigo personal de George Washington, el reconocimiento sólo le empieza a llegar tardíamente, con la erección de una estatua en su honor, junta a las Estatuas de los Libertadores, en Washington D.C.;  el retrato que desde hace apenas unos años cuelga en el Capitolio, o el reconocimiento como “ciudadano honorífico” de los Estados Unidos, título que comparte con tan solo otros siete personajes de la Historia, entre los que se encuentran el estadista inglés Sir Winston Churchill o la Madre Teresa de Calcuta.

La exposición “Por España y por el Rey: Gálvez en América”, que abrió sus puertas el pasado 4 de diciembre, repasa hasta el próximo 4 de marzo la figura de este militar español ilustrado, hijo de su tiempo, natural de Macharaviaya (Málaga). Bernardo de Gálvez, además de un gran militar, tenía aptitudes como compositor musical, fue aficionado al teatro y a los toros y se mantenía muy al día de los avances científicos de la época.

Antes de llegar a su momento cumbre, en la batalla de Pensacola y en la gobernanza de la Luisiana, este militar educado en la Academia de Ávila se curtió en diferentes frentes: con tan sólo 16 años, en la guerra contra Portugal, en la que alcanzó el grado de teniente, y ya en Nueva España (Norte de Méjico, actual Nuevo Méjico), como capitán del Ejército Real, en la campaña contra los apaches, aliado con los indios ópatas. Regresa en 1.772, con su tío José de Gálvez, a España, siendo destinado a Pau (Francia), con el regimiento de Cantabria. Allí aprende francés, que le sería muy útil luego en la Luisiana. Destinado en Sevilla, participa en 1.775 en la fracasada expedición a Argel, comandada por Alejando O’Reilly, resultando gravemente herido. Ascendido a Teniente Coronel, llega como profesor a la Academia de Ávila.

Por fin, en 1.776, regresa a América, de donde ya no habría de volver, asumiendo el mando como gobernador interino de la Luisiana Occidental, cedida a España por Francia en compensación por la Florida, que nuestro país se vio obligado a entregar a Inglaterra después de la Guerra de los Siete Años.

Nada más tomar posesión como gobernador demostró sus cualidades y talento político, sabiendo ganarse el afecto de los colonos franceses. De hecho, se casó con una joven viuda criolla natural de aquel territorio, María Feliciana Saint Maxent, con quien tuvo tres hijos, Miguel, Matilde y Guadalupe, además de Adelaide, fruto del anterior matrimonio de María Feliciana y a quien el español estimó siempre como propia.

Entre los principales objetivos que se planteó desde un principio se encontraban perseguir el contrabando inglés en la zona, favorecer el comercio con Francia y el tráfico libre con Cuba y Yucatán. En definitiva, se trataba de afianzar el control de España sobre sus posesiones en el Golfo de Méjico y, dentro de esa estrategia, entraría pronto el apoyo a los rebeldes norteamericanos contra el rey inglés Jorge III, siguiendo las directrices del rey de España Carlos III y su ministro el conde de Aranda, frente al más contemporizador conde de Floridablanca. Una estrategia que buscaba debilitar a Inglaterra para conseguir recuperar Gibraltar.

Gálvez, quien trataba directamente con los padres fundadores de la nueva nación americana, Thomas Jefferson y George Washington, consiguió bloquear el puerto de Nueva Orleans, cerrando el tráfico por el Misisipi a los ingleses, abriéndolo en cambio para el suministro a los patriotas americanos de municiones, armas y dinero. En 1.779, asaltó con éxito las guarniciones inglesas de la Luisiana Oriental: Manchac, Baton Rouge y Natchez.

Dentro de esta campaña, tuvo lugar uno de los episodios que encumbraron a Bernardo de Gálvez a la gloria, la toma de Pensacola, que el pintor de batallas Ferrer Dalmau ha recogido en el cuadro que preside la exposición conmemorativa.

Una flota compuesta por 36 buques de guerra, comandada por José Calvo Irazábal, y en la que va embarcado nuestro protagonista, parte de La Habana y encara la Bahía de Pensacola. Irazábal no se atreve a entrar en la angosta bocana y exponer los barcos al fuego de la artillería enemiga que domina la entrada, de modo que Gálvez salta al Galveztown y al grito de “El que tenga valor que me siga, yo voy por delante para quitarle el miedo”, enfila la bocana seguido por el resto de la flota, apremiados por el arrojo del militar, mientras el jefe de la flota, Calvo Irazábal da la vuelta con su barco, de regreso a Cuba. El éxito fue completo, protagonizado por los soldados del Regimiento de Navarra, el más numeroso de la fuerza expedicionaria; los fieles del Fijo de Luisiana –infantería voluntaria criolla-; los Voluntarios de Cataluña –mal que les pese a los independentistas de hoy en día, los catalanes estuvieron siempre presentes en las grandes gestas de España-, e incluso un Batallón de Morenos de La Habana, negros libres alistados como voluntarios para defender los colores de España. Todo un ejército multirracial. Aquella gesta le valió el nombramiento como mariscal de campo y que pudiera lucir en su escudo de armas la leyenda de “Yo solo”.

Gálvez tomó también a los ingleses la plaza de Mobile y la isla de Nueva Providencia, en las Bahamas, afianzando el dominio español sobre el Caribe y acelerando el triunfo de las armas norteamericanas. La isla de Jamaica no consiguió recuperarla, al terminar las hostilidades entre Inglaterra y España, recuperando esta última la Florida –por el Tratado de Versalles-, lo que le valió el título de conde de Gálvez y Vizconde de Galvezton (por la ciudad de Galvestowns, fundada por él en Tejas).

Después de un corto periodo en España, regresa a Cuba como gobernador y capitán general, pero tras la muerte de su padre, Matías de Gálvez y Gallardo, virrey de Nueva España, es promovido el hijo a dicho cargo, desempeñándolo con brillantez hasta su muerte en Tacubaya (Méjico), el 30 de noviembre de 1.786.

De todo ello da cuenta la exposición “Por España y por el Rey: Gálvez en América”, de un héroe cuya hoja de servicios lo dice todo: Valor, conocido; Aplicación, mucha; Conducta, buena.

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