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Sor María de Ágreda, evangelizadora de los indios de Texas y Nuevo Méjico

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María Jesús de Ágreda, más conocida como Sor María de Ágreda, evangelizó a miles de  indios primero de Nuevo Méjico y luego de Tejas, entre 1.620 y 1.630. Nada tendría de particular considerando el importante papel que otras mujeres antes y después de ella desempeñaron en el descubrimiento y evangelización del Nuevo Mundo, si no fuera porque esa proeza la logró sin salir de la celda de su convento, a miles de kilómetros de las tierras a evangelizar, en un fenómeno que se conoce como bilocación, es decir, la facultad de estar en dos sitios a la vez. Su gesta inscribe en lugar de honor a la religiosa en los orígenes hispanos del suroeste de Estados Unidos y ha motivado el que su localidad soriana de origen, de apenas 3.000 habitantes, sea la única española hermanada nada menos que con dos estados norteamericanos. Precisamente el pasado 21 de marzo, el alcalde de Ágreda, al frente de una comitiva visitó Tejas para estrechar lazos.

Si no fuera suficientemente sorprendente esta proeza, Sor María de Ágreda, de cuya muerte se cumplieron 450 años el pasado 24 de mayo, fue una mujer excepcional por otros conceptos: además de mística y una de las figuras espirituales más interesantes de la España del siglo XVII, fue una gran escritora y confidente del rey Felipe IV (con quien mantuvo una correspondencia de más de 300 cartas y a quien aconsejó en asuntos de Estado), coincidiendo ambos en su muerte en el mismo año de 1.665.

María Jesús de Ágreda había nacido 63 años antes –un 2 de abril de 1.602-, en la localidad soriana de donde tomó el nombre, fruto del matrimonio de Francisco Coronel –de origen judío converso- y de Catalina de Arana, natural también de Ágreda pero oriunda de Vizcaya. El matrimonio tuvo 11 hijos, de los que sobrevivieron, además de la propia María Jesús, Francisco, José y Jerónima.

De infancia un tanto enfermiza, pronto fue llamada a la vida religiosa, pretendiendo ingresar en un primer momento en las carmelitas descalzas de Tarazona. Sin embargo, su madre optó por transformar el hogar familiar en convento, para ingresar en él ella y sus hijas como religiosas de las carmelitas descalzas, en tanto el padre y los hijos varones lo harían en la Orden de San Francisco (los dos hijos varones ya pertenecían a la misma).

El nuevo convento se consagraría a la Orden de la Inmaculada Concepción. Al no haber monjas carmelitas descalzas en Soria, se hizo venir a tres monjas carmelitas calzadas de Burgos como fundadoras. María Jesús de Ágreda tomó los hábitos con dieciséis años. Pronto adquirió fama de santa, lo cual no le evitó ser procesada (y luego absuelta) por la Inquisición. A los 25 años fue nombrada abadesa del convento fundado por sus padres, donde se conserva su sepulcro y cuerpo incorrupto.

Además de la visita de la comitiva agredense a Estados Unidos y el hermanamiento de la villa soriana con el Estado de Tejas, numerosas iniciativas intentan preservar el legado de la también conocida como Dama Azul, como el documental de William E. Millet “Tejas antes de El Alamo”, que trata de dar a conocer a sus compatriotas la historia española de Tejas antes de la famosa batalla que determinó la independencia tejana de México, una vez que este se había separado ya de la Madre Patria.

Los nativos, primero de Nuevo Méjico y luego de Tejas, mantienen la tradición de que una mujer de extraordinaria belleza y gran parecido con nuestra protagonista, vestida completamente de azul, les había predicado la fe católica –mucho antes de que llegaran los primeros misioneros españoles- invitándoles a buscar a los frailes para ser bautizados.

De hecho, cuando por fin empezaron a llegar los misioneros a aquellas tierras, se sorprendieron al comprobar que la población conocía la doctrina católica y se reconoce que la fundación de la primera misión española en el territorio, la de San Francisco de las Tejas, en 1.690, estuvo motivada por las apariciones de Sor María de Jesús de Ágreda.

Numerosos escritos de la época recogen y se hacen eco de la tradición oral de aquellas gentes, que recordaban con fervor a la Dama Azul. El Memorial de Benavides, por fray Alonso de Benavides, refiere la sorpresa que le causó al misionero encontrarse con cientos de indios que le “pedían el bautismo tras su encuentro con una mujer joven y hermosa, vestida con ropas azules”. El documento, de 1.630, y ordenado imprimir por el mismo rey Felipe IV, trata de la evangelización de Nuevo Méjico.

En el caso de Tejas, se conservan numerosas cartas y diarios de misioneros que describen la misma realidad. En 1.689, el primer gobernador de Cohauila, Alonso de León, quien a la sazón se encontraba en los territorios al norte de Méjico para enfrentarse a un asentamiento ilegal de corsarios franceses, en la Bahía de Matagorda, descubrió asombrado que los nativos de la zona habían sido convertidos masivamente a la fe católica. Según sus palabras, “ellos hacen muchos ritos cristianos y el gobernador indio nos pidió misioneros para enseñarles, diciendo que muchos años antes, una mujer vestida de azul fue a adoctrinarles”. El padre Damián Massanet, joven franciscano mallorquín, enviado para investigar aquellos relatos, confirmó que la misteriosa Dama Azul era la misma que, cincuenta años antes, se había manifestado de igual forma a los indios de Nuevo Méjico, y así se lo manifestó en carta dirigida al cosmógrafo Carlos de Sigüenza, pariente del poeta Luís de Góngora.

También tenemos el testimonio –éste de comienzos del siglo XVIII- del militar y explorador franco canadiense Louis Saint Denis, quien confirma por carta la costumbre entre los indios del Este de Tejas, a orillas del río Neches, de hacerse enterrar con un sudario azul, en recuerdo de la misteriosa mujer de hábitos celestes.

Por su parte, Cleve Hallenbeck, en su “Legendds of the Spanish Southwest”, recoge el testimonio de cinco nativos, llegados, en 1.688, desde más allá del río Pecos, a la misión de San Agustín, pidiendo a los frailes un sacerdote para su tribu y refiriendo que una mujer vestida de azul se les había aparecido animándoles a convertirse al cristianismo.

En el Valle de San Antonio hay leyendas locales que hablan de ciudades subterráneas de las que, cada cierto tiempo, aparece la Dama de Azul. Por último, la flor oficial del Estado de Texas, el bonete azul (lupinus texensis), se cree que procede de las que fueron sembradas por Sor María Jesús de Ágreda en aquellas llanuras, para que nunca la olvidaran.

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