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Descubren en Madrid una placa como homenaje a ‘Platero y yo’

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El 12 de diciembre de 1914, hoy hace 100 años, desde la editorial La Lectura situada en el Paseo de Recoletos, donde se levanta la sede de MAPFRE, salían a la luz las primeras páginas de un libro universal. Era la primera edición de “Platero y yo”, al que la alcaldesa Ana Botella ha rendido homenaje y con él a su autor Juan Ramón Jiménez. El recuerdo del premio Nóbel está muy presente en la capital donde vivió durante treinta años.

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón. Así comenzaban las primeras páginas inocentes y soñadoras de un libro universal. “Hoy Platero es nuestro compañero imaginario, un símbolo de la amistad, del diálogo y convivencia entre seres humanos y entre hombres y animales”, ha declarado Ana Botella. La alcaldesa ha agradecido a Carmen Hernández Pinzón, sobrina-nieta del poeta onubense, el esfuerzo por mantener viva la herencia de Juan Ramón y de ampliar aún más su gran legado artístico.

El poeta confesaba haber escrito un libro para la “inmensa minoría”, un relato infantil de un burrito manso y apacible. Sin embargo, su prosa poética alcanzó los 138 capítulos, es leído tanto por los jóvenes como por los menos jóvenes, y se ha convertido en uno de los libros, junto al Quijote, más vendidos y leídos del pasado siglo.

En este sentido, Ana Botella se ha hecho eco de las propias palabras del escritor. “Decía Juan Ramón que nunca escribía nada para niños, porque los libros que lee un niño los puede leer también un hombre. Son estas las palabras de un poeta, pero también de un pensador, pues no cambia el mundo, sino la mirada con la que lo vemos e interpretamos. El mundo, y el libro es un espejo de ese mundo, nos pertenece a todos y, más que a nadie, a un niño, que debe conocerlo para saber vivir.”

El Madrid de Juan Ramón

Juan Ramón Jiménez tuvo una relación muy estrecha con Madrid desde 1900 hasta 1936. El Madrid modernista que le recibió aglutinaba a otros escritores de talla universal. Por sus calles se paseaban Valle Inclán y Baroja, Azorín y Villaespesa, Ortega, Unamuno, los hermanos Machado y un largo etcétera.

Después vendría el Madrid de la Residencia de Estudiantes, a la que él denominaría la “Colina de los Chopos” donde emergió el Juan Ramón pensador, el maestro de una generación de relevantes poetas que formarían la Generación del 27.

En Madrid conoció a Zenobia, su mujer, compañera vital y literaria, que le ayudó a condensar sus sentimientos en su obra poética. Entre las numerosas viviendas que el poeta ocupó en estos más de treinta años de vida madrileña están las de la calle Mayor, la de Conde de Aranda, de General Oraá, de Príncipe de Vergara, de Gravina, de Villanueva, de Lista o de Velázquez, de la calle Pinar (La Residencia) y de Padilla.

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