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Ámsterdam

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Lo primero que uno se pregunta al llegar a Ámsterdam es por dónde empezar a disfrutar de tantos estímulos como asaltan sus sentidos. Porque la capital holandesa es mucho más que su célebre Barrio Rojo y sus coffee-shops. De ahí que sea indispensable programarse muy bien la visita a estas 90 islitas separadas por canales y unidas por más de mil puentes que configuran la ciudad. La Central Station es donde se llega desde el aeropuerto de Shipol en tren. Es el primer edificio neorrenacentista que regala la vista. Nada más salir al exterior, enseguida se advierte la clásica arquitectura de los siglos XVI y XVII: coloristas fachadas de grandes ventanales pensados para aprovechar más la luz diurna en invierno. Las hileras de casas a orillas de los canales, que parecen escenarios de un cuento de hadas, son uno de los mejores espectáculos de la ciudad. Pero mientras se pasea por sus calles y canales, el viajero ha de prestar mucha atención para no ser atropellado por alguna bicicleta (¡hay 600.000 circulando!).

Acudir a la Plaza Dam, el corazón de la urbe, es casi obligatorio para orientarse bien a pie (Ámsterdam es una ciudad paseable). De ahí parten las principales calles de la ciudad. En esta plaza, la más concurrida a cualquier hora, se encuentra el Palacio Real. Y muy cerca de ella, el mercado flotante de flores -el ejemplar más vendido se puede imaginar el lector cuál es-. La calle comercial más famosa es la Kalverstraat. Posee establecimientos muy originales. Otra zona curiosa es la del céntrico barrio de Jordaan. Son numerosos los bares populares, las tiendas de objetos insólitos, antigüedades, diseñadores vanguardistas, ropa de segunda mano, y restaurantes típicos. Otros rastrillos interesantes son el Albert Cuyp y el de la Plaza Waterloo.

No lejos de esta zona, en Prinsengracht 267, se encuentra la casa de Ana Frank. A quien la apasione esta conmovedora historia descubrirá allí objetos y fotografias de la joven judía víctima de los nazis y autora de su célebre diario.  En cuanto a museos, Ámsterdam está harto dotada de ellos. Destacan el Rijksmuseum y el del propio Van Gogh (resulta difícil no emocionarse ante las obras maestras de éste y las de Rembrandt). O el novísimo Grachtentuis, una imaginativa historia de los canales, Patrimonio de la UNESCO, en Herengracht 386. Y, gastronómicamente, hay otros tres “museos”: El Vermeer, del Hotel Barbizon Palace (Prins Hendrikkade, 59), el del Hotel L´Europe (Nieuwe Doelenstraat, 2-14), y el Bridges, del Hotel The Grand (Oudezijds Voorburgwal 197), en los que brillan sus estrellas Michelin y su arquitectura.

Barrio Rojo: sexo, drogas, y…libertad
La vida nocturna de la capital es muy sugerente. Resulta interesante acercarse al Leidsplein Ámsterdam. Un magnífico complejo lúdico, de ambiente distendido, donde no faltan restaurantes, discotecas, cines, teatros y, cómo no, los shows eróticos. Pero, seguramente, la opción que ningún turista quiere perderse es la visita al Barrio Rojo. Un verdadero laberinto de callejuelas y pequeños canales. Aparte de su interés arquitectónico, su principal característica reside en sus locales de ocio sexual. Su más famoso reclamo son las mujeres semidesnudas que se exhiben en los escaparates a media luz. Aquí, como en cualquier zona, de noche o de día, puede uno encontrar sus conocidos coffee-shops, donde se puede consumir libremente droga. Eso sí, si tienes más de 16 años.

www.franciscogavilan.net
Más info: Oficina Turismo & Congresos de Holanda, 
Plaza del Callao, 1-3º, 28013 Madrid. Tel. 91.3605040. 
www.holland.com / www.visitamsterdam.nl

 

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