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Exótica y mística Armenia

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Irina, una joven armenia veinteañera, se hizo operar recientemente su bella nariz para transformarla en un apéndice grande, aquilino y giboso, que es una de las características morfológicas por las que se distingue el armenio. Hasta ese paradójico punto -una mujer occidental haría lo contrario- este pueblo caucásico quiere ser fiel a sus señas de identidad. La persecución sistemática de los turcos contra los armenios entre 1894 y 1922 despertó aún más en éstos su arraigado nacionalismo. Hoy son casi ocho millones los armenios que configuran la mayor diáspora después de la judía. Son los que huyeron del primer genocidio del siglo XX (1915), por parte de los turcos, pero que siguen amando apasionadamente a Armenia en la distancia. No sólo porque es el lugar de sus raíces, sino porque su país es un territorio legendario y místico que despierta en ellos una nostalgia infinita estar alejados de él.

Ararat, una sublime obsesión
Una de sus leyendas reside en su tótem más idolatrado: el gigantesco monte bíblico Ararat. En su cúspide encalló el Arca de Noé tras el diluvio y, por ello, los armenios se consideran los Progenitores de la Humanidad. Es tal la obsesión que los armenios tienen por este imponente y eternamente nevado monte, que no hay ninguno de ellos que no tenga en su casa una imagen del mismo en un cuadro, una alfombra, una fotografía o en un simple llavero. Su obsesión se convirtió en patológica después de que la URSS y Turquía pactaran en 1923, una división de fronteras que dejaba en manos turcas la propiedad del mítico monte, que había pertenecido a los armenios durante muchos siglos. La pérdida de este emblema protector y símbolo de su identidad fue un duro golpe para el orgullo de los armenios que, desde entonces, han de conformarse con verlo, pero sin tocarlo (las fronteras con Turquía están cerradas).

En Erevan, la trimilenaria capital de Armenia, contrastan los monumentales y melancólicos edificios de la época soviética con los palacetes afrancesados, las amplias avenidas y estrechas callejuelas, en medio de un ambiente con cierto glamour. Una mezcla que denota su transición a la modernidad. Uno de los lugares emblemáticos es la decana Plaza de la República, testigo de las manifestaciones populares que cambiaron el rumbo político y social de Armenia. En este entorno se congregan importantes edificios, tallados todos ellos en elegante piedra rosada, que configuran un armónico y simétrico conjunto monumental: el del Gobierno, el del Museo de la Historia, el de la Galería Nacional de Arte, y el lujoso Hotel Marriot, con sus artísticos soportales arqueados. Resulta especialmente placentero sentarse en las cómodas terrazas de este hotel, para refrescarse con una cerveza Kotayk y observar el constante deambular de la gente que transita frente a ellas.
En el city tour, preferible a pie, no debe faltar un paseo por la elegante calle Abovian donde suntuosas mansiones se han transformado en galerías de arte, boutiques de moda y vanguardistas cafés, como el Art Bridge o el de París. También es interesante adentrarse en alguno de los dos Mercados Centrales y el de Vernisage, el aire libre.

Y, antes de abandonar Erevan, los armenios difícilmente perdonarían que viajero declinase su invitación a visitar el Monumento al Genocidio. Así, que, fuera del tópico, ésta sí es una visita obligada.

www.franciscogavilan.net
Más info: Armenian Tourism Development Agency. 3 Nabandyan Street, Yerevan 0010. Tel. (+37410) 542303
www.armeniainfo.am / www.armeniapedia.org

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