“¡Mi casa, que la tiran!”. Con estos gritos amanecía el poblado chabolista de El Cañaveral, el pasado 16 de junio. Una orden judicial había avisado a los moradores de 8 chabolas -todos de etnia gitana-, de que sus asentamientos no eran legales y los iban a demoler, pero poco les importó. Se negaron a marcharse y se encontraron de bruces con las máquinas excavadoras. Aunque, eso sí, previamente habían desocupado sus enseres personales.
Para evitar problemas y garantizar el cumplimiento de la orden judicial, los operarios estuvieron escoltados en todo momento por agentes antidisturbios del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Municipal del distrito. Afortunadamente ninguno de ellos tuvo que intervenir y no se registraron incidentes graves, tan sólo múltiples insultos.
Pese a todo, la operación no resultó nada sencilla. Los habitantes de las chabolas afectadas resistieron hasta el último momento delante de la piqueta, aunque finalmente las máquinas lograron abrirse camino hacia las “viviendas” y procedieron a su derribo. Varias familias asistían atentas a la acción de las excavadoras. Algunas de ellas, muy jóvenes y con niños pequeños, pues, al parecer, los derribos afectaron a las chabolas de más reciente construcción. Entre gritos y llantos se preguntaban por qué les había tocado a ellos y encarándose con los agentes policiales aseguraron que el derribo había sido en vano: “en cuanto se vayan volveremos a levantar nuestras casas”, amenazaban.
Las últimas chabolas del distrito
Alrededor de 200 familias residen en la actualidad en este poblado chabolista. Creado hace 20 años para realojar de manera provisional a 88 familias que procedían de Los Focos, ha ido creciendo hasta alberga unas 100 chabolas más cuyos inquilinos no poseen derecho a realojo. El objetivo del Ayuntamiento es su desmantelamiento completo, pero según la Junta, aún no hay fechas concretas para los próximos derribos.