Al grafiti, o al acto de pintar sobre el mobiliario urbano, le costó ser aceptado socialmente. Práctica que tiene su origen en la época de los romanos, a los que ya les gustaba expresarse con dibujos o grafías sobre soportes inusuales, a día de hoy todavía sigue debatiéndose entre ser considerado arte o vandalismo. Sin embargo, se ha aprendido a convivir con él y ya no sorprende encontrar llamativos dibujos decorando paredes y muros de la ciudad, como se muestra en la imagen 1 con un graffiti en el distrito de Carabanchel.
Entendido por sus defensores como un modo de expresión, unido a cierta actitud de rebeldía, al grafiti le ha salido un importante competidor. Se trata de un nuevo movimiento que desde Nueva York se está extendiendo por todo el mundo, y se hace llamar Poster Boy. Consiste en alterar los carteles publicitarios que hay en las calles, pintando sobre ellos, eliminando con un cúter lo que los artífices consideran que sobra, y haciendo del anuncio inicial algo totalmente diferente, si cabe opuesto, como se muestra en la imagen inferior.
En ciudades como Madrid y Barcelona ya ha llegado la influencia de esta tendencia, que presume de creativa y original.